jueves, 30 de abril de 2009

Que viva la Reina! O: para qué sirve vivir en una monarquía

Ayer salí por primera vez en mi vida a celebrar una Reina. Fue el Día de la Reina en Holanda, el "Koninginnendag". Es una mezcla entre día nacional y un carneval calvinista. Todo el mundo sale a la calle, vestido de naranja - el color nacional de Holanda - y vende lo que le da la gana. Es el único día del año que uno puede vender sin tener licencia y sin pagar impuestos. Las calles se convierten en un solo gran mercado de pulgas, atendido por vendedores y clientes vestidos de naranja. Por algo será que Amsterdam hizo su fama como ciudad comercial. Hasta los niños aprenden este día como ser comerciante: venden tortas caseras o presentan piezas musicales para ganarse unos cents.
Toda Holanda está en la calle, y la calle es una gran fiesta-mercado. La gente se arma de bolsas plásticas grandes - por supuesto de color naranja - para hacer compras. Y no pocas mujeres, en honor a su reina, salen con una corona en su cabeza. Ni el atentado intentado contra la familia real, y los cuatro muertos ocurridos ayer en el pueblo de Appeldoorn pudieron aplacar las ganas de celebrar en Amsterdam.

Para mí, que solo conocía los países con un profundo rechazo a cualquier monarquía (Alemania con su doble trauma del Kaiser y de la dictadura nazi, y la recontrademocrática Suiza que ni siquiera tiene un presidente), sigue siendo un enigma porqué países como Dinamarca y Holanda mantienen una monarquía. Tanto Dinamarca como Holanda son países altamente democráticos, igualitarios e internacionalizados. Además son países que aman a sus Reinas. Hasta un 85% de los holandeses están a favor a que continúe la monarquía y apoya a la Reina Beatrix, una señora de 71 años que se especula pronto abdicará a favor de su hijo, el principe Willem.

Las familias reales de Dinamarca y Holanda están omnipresentes en sus países: las gacetas dan cuenta de cualquier paso de la Reina, la gente quiere estar enterada de "su" familia real. Y están dispuestos a pagar por ella. Los altos presupuestos de los reyes salen de las arcas públicas aprobadas por un parlamento. A cambio, los reyes tienen que cumplir funciones protocolares y ciertas funciones políticas: la Reina de Holanda se reúne semanalmente con el presidente del gobierno, y tiene la función de designar el "facilitador" que después de las elecciones parlamentarias tendrá que formar el gobierno. En Dinamarca y Suecia, los reyes ni tienen este poder político mínimo, su función es meramente protocolar.
Porqué a la gente les importa entonces tener una familia real ? "La monarquía en Dinamarca sirve para promocionar el país, es un evento de relaciones públicas", me dice un profesor en Arhus, Dinamarca.
En Holanda, las respuestas de la gente que pregunto van a la misma dirección. "La Reina es la pega que nos une a los holandes", dice Claes a quien encuentro vendiendo varios cachivaches en el puente sobre un canal en Amsterdam Zuid, y a quién le compro una novel de Henning Mankell por 50 cents. Hans, un maestro jubilado, dice lo mismo: "es un símbolo para lo que es Holanda". Tiene la misma función que la selección nacional de futbol ? "Si, exactamente", se ríe Claes.

El amor de los ciudadanos holandeses, daneses, suecos, noruegos por su monarquía es directamente resultado de la globalización y de la europeización. Dinamarca y Holanda son pequeños países. Sus economías están en muy gran parte dependientes del comercio europeo y global. Sus ciudadanos hoy en día tienen raíces en el mundo entero - el 50% de los ciudadanos de Amsterdam es "allochtoon", es decir que sea su padre o su madre nacieron fuera de Holanda. Las decisiones políticas se toman cada vez más en Bruselas y no en Den Haag o en Kobenhavn. Y los países tienen que competir entre ellos, son medidos en "rankings" como si se tratara de empresas. Los países tienen que promocionarse dentro del concierto global de países como una marca. Por otro lado surge la necesidad de las personas de poder identificarse con su comunidad nacional. De hacer la inigualable, única, positiva - y de poder ser parte de esta comunidad única.
Ser miembro de una nación adquiere hoy características de adhesión a una marca. Ser miembro de una comunidad nacional requiere hoy poder definir su "dutchness", "swissness", "danishness". Los países pequeños son mucho mejores en este tipo de "nationa-branding" que países más grandes que todavía viven de su supuesto poder político pasado o actual, real o imaginado.

Por eso: viva la Reina!





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