miércoles, 30 de septiembre de 2009

Porque los alemanes aman a Angela Merkel

Angela Merkel sabía de antemano que iba a ganar. Nadie menos que Barack Obama le había susurrado a la chanciller alemana unas semanas atrás que no tenía porque preocuparse si de todos modos iba a ganar las elecciones alemanas. Y así sucedió este domingo. El partido cristiano-demócrata que lidera Angela Merkel obtuvo el 33% de los votos, lo que les valió el primer puesto. Una victoria sin brío, pero sólida . Como la misma Angela Merkel. El único interrogante : tendrá que volver a gobernar con el partido social-democrata, el tradicional rival de los cristiano-demócratas ? O logrará la mayoría de votos juntos a su candidato preferido, el partido liberal FDP ?

Más sorprendente que la victoria de Angela Merkel, es el debilitamiento de los grandes partidos „populares“, es decir de la Democracia Cristiana y la Socialdemocracia, y el aumento de los partidos de los dos extremos: el partido liberal obtuvo con 15% el mejor resultado de su historia. Le iguala casi con 12% el nuevo partido „Die Linke“ (la izquierda), una fusión de los ex-comunistas de la antigua República Demócrata Alemana con el ala izquierda que se separó de la socialdemocracia.

Este resultado es un fiel reflejo de la sociedad alemana que desde hace diez anhos ha ido reduciendo paulatinamente las regulaciones laborales, los salarios (Alemania es uno de los pocos países de la Unión Europea sin salario mínimo establecido por la ley) y las prestaciones sociales del antiguo estado de bienestar. El costo de la adaptación al mercado global es una sociedad alemana con una gran brecha entre ricos y pobres. Y lo que es peor: con una brecha cimentada que es muy difícil traspasar. La crisis económica y financiera, en vez de ejercer una fuerza integradora, ha sido más bien una fuerza centríf uga . Los sectores acomodados votan por los liberales para liberarse del estado de bienestar y sus altos impuestos. Y el sector de los desempleados y excluídos ha perdido la confianza en los socialdemócratas y vota por la nueva „Izquierda“.

Queda Angela Merkel. Con su manera poco espectular de liderazgo, con su don de facilitar consensos y con un estilo presidencial más que partidario ha logrado dar la imagen a los alemanes que ella es la mujera adecuada para liderar el país en tiempos de crisis, sin que tener que cambiar mucho. Gobernando ahora con los liberales y presionado por el ala empresarial de su propio partido, ya no le será tan fácil evocar la solidaridad nacional para tapar las profundas brechas sociales en el país.

martes, 1 de septiembre de 2009

Bailando Flamenco sobre el Muro de Berlin





Debo confesar que soy una "Wessi" ignorante. Cuando era niña, la antigua Alemania Oriental o "demócrata" (DDR), se encontraba lejos y no me interesaba. Y cuando el muro de Berlin cayó y las dos Alemanias, la de los "Wessis" (del Oeste) y la de los "Ossis" (los habitantes de la antigua Alemania comunista), se re-unificaron, yo ya vivía fuera de Alemania.

Es por esa mi ignorancia que devoro las historias de la "DDR". Muchas de ellas me dejan boquiabiertas. Como la historia de Christine, de cómo superó "su" muro de Berlin bailando flamenco
.


Christine Mechelk es una mujer bella, de facciones clásicas y el pelo recogido en una trenza larga. Es fácil imaginársela con un abanico en la mano y zapateando sobre las tablas una malagueña o una colombina. Christine no será la primera alemana a dejarse embrujar por el baile andaluz. Pero ciertamente la primera mujer de la antigua DDR a lanzarse de lleno a esta aventura de baile, en un tiempo cuando España aún se situaba al otro lado de la cortina de hierro y la península ibérica formaba casi un continente aparte. Un tiempo en el cuál el baile flamenco se convirtió en símbolo de libertad para una joven mujer en la antigua "DDR".

Todo empezó en el 1986. Christine Mechelk tenía entonces 31 años, estaba casada y madre de dos hijos. Como todas las mujeres en la DDR, ella ejercía alguna profesión. Christine trabajaba en la televisión, primero como ingeniera de sonido, luego como investigadora. Cuando le encargaron investigar el tema del "lenguaje corporal" para un programa de televisión, Christine se metió tanto con el tema que decidió aprender un lenguaje del cuerpo. Aún no sabía el cuál..... hasta que vio la película "Carmen" de Carlos Saura, en el cine Kosmos de la Karl-Marx-Allee en Berlin-Este. Christine recuerda hasta hoy este día clave. "Estaba sentada en el cine y sabía con toda certeza, que este era el lenguaje que quería estudiar". Hoy sería fácil encontrar profesores de flamenco por donde quiera, o en ultimas instancias, por Internet. En la "DDR" de los años 80, Christine tuvo que buscar por todo el país hasta que encontró una señora de 70 años que enseñaba danza clásica española en la ópera de y que estaba dispuesta a que ella, como aficionada, participe en algunas lecciones. Poco a poco se formó un grupito de mujeres aficionadas al flamenco que ensayaban varias veces por semana y se presentaron en público. "Lo más chistoso era, que nacimos como grupo sin que el Estado nos haya dado permiso", dice Christine. En la DDR, los burócratas comunistas desconfiaban profundamente de la iniciativa de sus ciudadanos. Un hecho que llevó a su derrota. Pero todavía no lo sabían.
Mientras tanto, Christine siguió bailando, y bailando. "Cuando empecé a bailar flamenco, desapareció mi deseo de viajar fuera. Era como si el mundo hubiera venido a mi". Siguió bailando cuando los jóvenes se reunían los lunes en las iglesias para protestar contra el régimen. Siguió bailando flamenco cuando se corrió el rumor de que en Hungría habían abierto la cortina de hierro y un éxodo hacia Budapest empezó. Christine también salía de un ensayo de baile para tomarse una cerveza en la cantina del Teatro Popular de Berlin, cuando le llegó la voz que el muro había caído. Con todo el mundo ella cruzó por primera vez en su vida el antiguo "Palacio de lágrimas", como la gente llamaba al poste de frontera hasta entonces infranqueable (por eso, lleno de lágrimas de personas que se tenían que quedar). Aquella noche, recuerda Christine, fue el frenesí total. "Unos alemanes del oeste nos invitaron a un bar y celebramos hasta la madrugada con todo el mundo". Y añade: "Eramos todavía tan ingenuos".

Ingenuos porque algunos, como Christine, pensaban entonces que la "DDR" iba a seguir con existencia propia. Porque con la libertad, Christine sintió también unas consecuencias no deseadas de la unificación. La caída del muro justamente le "cayó" cuando había terminado un proyecto y se preparaba para otro proyecto de televisión. Gracias a la caída del muro, este proyecto nunca se realizó y Christine quedó desempleada, es decir dependía económicamente del sueldo de su marido. "He perdido mi existencia propia. Para una mujer de la "DDR", acostumbrada a tener siempre su propio trabajo, esto era casi como morir".

Solo el baile la salvó de esta muerte. Después de sus presentaciones siempre habian mujere que le pidieron enseñar como se baila flamenco. Abrió su primer estudio en el cuarto piso de una casa ocupada por "punks". Empezó a hacer coreografías y le llegaron invitaciones para presentarse. Al mismo tiempo que la vieja DDR que ella había conocido derrumbó, bailar flamenco le daba la firmeza de no derrumbarse junta con su país. "Bailar era como ir al exilio, negarme a los cambios políticos que sucedían alrededor de mí".

En octubre se cumplirán 20 años de la caída del muro de Berlín. Hace tiempo que Christine abandonó su exilio. Hace dos años hasta ha dejado el baile, "porque era tiempo para mí encontrar otro medio de expresión".
Su mirada, vuelta a su antiguo país, la "DDR", está sobria y nostálgica a la vez. "He tenido una vida muy rica en medio de la DDR, que no la quiero desestimar así no más." Y: "En la DDR he aprendido que los valores de la comunidad estén por encima de los valores individuales. Que el hombre y la mujer pertenecen a una comunidad. Me gustaría ver el día, donde este sentido comunitario se vuelva a valorar".

Volver ......

"No pareces ser peruana, pero tampoco hablas como alemana". El duenho turco-alemán de una agencia de viaje en Altona, Hamburgo, no sabía como clasificarme, cuando me preguntó, si venía del Perú. Yo, hacia adentro , casi me caí de la risa. Mi acento natal bávaro, del extremo Sur de Alemania, sonaba como extranjero a los oídos de un ciudadano del puerto de Hamburgo, al extremo Norte de Alemania. Después de haber vivido casi 16 anhos en Suiza, Peru, y los últimos meses en Dinamarca y Holanda, he vuelto a "casa". Como resultado de todos mis viajes diría que he dejado casas, que he echado algunas raíces en todos los países donde he vivido. Mis casas son múltiples y por ende relativas. Sin embargo, volver a vivir en Alemania, después de 16 anhos durante los cuales solo he venido en visitas relámpagos, es algo especial. Yo puedo identificarme más o menos con Alemania, sentirme más o menos alemana. Lo importante no son mis sentimientos sino como me identifican los otros: por mi pasaporte alemán que me da un montón de privilegios y algunas pocas desventajas; por mi lengua natal y por el acento con el cuál hablo alemán (que para cualquier suizo o austriaco es reconocible como alemán de Alemania); por algunas idiosincracias compartidas, aunque a los alemanes nos cueste reconocerlos (por ejemplo nuestro afán de pensar que la autenticidad a todo costo sea un valor universal); por la historia del país que llevamos con nosotros hasta el último rincón del mundo (y vale que los alemanes hemos sentido el peso que puede tener una historia nacional).Y por supuesto la historia personal,aqui yacen mis abuelos en dos cementerios en el Sur de Alemania, y viven, gracias a Dios, mis padres y hermanos.

Asi que he vuelto y no he vuelto. He vuelto a un país cuyos últimos 16 anhos no he compartido de cerca. He vuelto a un rincón de Alemania que me es absolutamente nuevo, donde la gente habla bien distinto de como yo he aprendido a hablar. Me parece una condición interesante más que hostil y una buena base para volver a conocer la Alemania de hoy. Así que en mis próximas notas les contaré de mi re-descubrimiento de mi país natal.