jueves, 21 de mayo de 2009

Bicicleteando


La revancha es tardía pero dulce: cuando paseo con mi bici por Amsterdam me siento reparada por todos los años que he sufrido como bicicletista en las calles limenhas. En Lima, los chóferes de autos - desde los ticos más miserables hasta los chóferes de cuatro x cuatro con lunas blindadas - me trataron como una cucaracha: con desdén y ganas de extinguirme. Recuerdo la impotencia que he sentido tantas veces cuando un auto tras otro me cortó el derecho de cruzar. " Los voy a denunciar", les grité más que una vez llena de rabia impotente. La mayoría de los choferes solo me miraban sin ninguna comprensión, algunos murmuraron "gringa loca". Nunca hice la prueba, pero sospeché que la policía habría reaccionado exactamente igual.

Aqui en Amsterdam saco mi bici y me convierto en la reina de las calles, junta con otros miles de ciclistas holandeses. Ya en el primer semáforo rojo, me encuentro dentro de una multitud. Al lado mío un padre ciclista que lleva a sus hijos al colegio: dos hijos delante, uno en un sillón por atrás. Otra chica usa el semáforo para terminar de pintarse los labios. Es común encontrar gente ciclando y hablando por el celular y tomando cafe. Amsterdam es la capital mundial de la cultura ciclista. Aquí se vive sobre y con la bici.

Primera vez que compadezco los choferes de los cuatro por cuatro y los minivans - la mayoría de ellos son taxis - que tratan de abrirse un camino por las calles angostas de Amsterdam. Los ciclistas no les regalamos ni una. Frente a la multitud sobre dos ruedas, solo les queda paciencia y andar a la defensiva.

Lamentablemente padezco también algunas desventajas que pensé eran privilegio de los automovilistas: encontrar un espacio libre donde estacionar la bici demora tanto como el trayecto mismo. Todos les espacios disponibles están llenos. Y para evitar que me roben mi "fiets", mi vieja e indestructible bici holandesa, tengo que gastar más dinero en cadenas que en la compra de la bici misma.

Pero ser reina es vacán: me siento omnipotente, cruzo calles con luz roja, toco el timbre como loca al primero que cruza mi vía, la estaciono por donde me da la gana. Si la luz de la bici no funciona, qué importa, aunque sean las 12 de la noche. Siento que los otros - los autos y los peatones - tienen que dejarme el camino libre. Y, por cierto, me siento moralmente superior porque protejo el medio ambiente, cuido el clima y la salud mía y de los otros. O acaso no ?

Si no fuera por los peatones. Pobres. Los ciclistas no les tenemos clemencia. Si ponen su pie en nuestra vía, casi los tumbamos. Su culpa, si no respetan nuestra vía. Los peatones en Amsterdam caminan a la defensiva, su espacio en la vereda es mínimo, caminan en fila uno tras uno para protegerse tanto de los ciclistas como de los carros.

A veces, pero solo muy a veces, me hago la pregunta inquietante, si acaso reproduzco sobre dos ruedas algo de la cultura combi limeña ?

1 comentario:

  1. jaja, amiga un saludo del Peru, la verdad al leer tus aventuras en lima, en donde yo vivo la verdad que los que monton bicicleta tanto los peatones tenemos que andar a la defensiva por estos miserables de los choferes de los combis. de verdad que aqui es todo un desastre.

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